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El 28 de abril de 2025 quedará registrado como el día en que el sistema eléctrico de la península ibérica sufrió uno de los colapsos más abruptos de su historia. A las 12:33 horas, una pérdida súbita de equilibrio entre generación y demanda desencadenó un "cero energético" que dejó sin luz a millones de usuarios en España y Portugal.
El sistema eléctrico ibérico, operado por Red Eléctrica (REE), sufrió una caída masiva por causas aún bajo investigación. Según el Gobierno, en apenas cinco segundos se perdió un 60% de la potencia disponible. Para evitar daños mayores, se produjo una desconexión automática de la red peninsular del sistema europeo (ENTSO-E), agravando las consecuencias.
Aunque el suministro comenzó a recuperarse en torno a las 14:00 horas, no fue hasta entrada la madrugada cuando REE logró restablecer más del 99% de la demanda. Mientras tanto, el país experimentó una parálisis generalizada: trenes detenidos, metros fuera de servicio, semáforos apagados, hospitales tirando de generadores y millones de hogares y empresas sin electricidad.
La ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, afirmó que se estudian múltiples escenarios: un fallo técnico en una interconexión clave, un ciberataque o incluso un fenómeno atmosférico extremo que haya afectado la estabilidad del sistema. No se descarta la participación de factores externos ni una concatenación de errores de protección.
Para instaladores, fabricantes y técnicos del sector, el incidente deja lecciones urgentes:
Vulnerabilidad del sistema interconectado: la dependencia de un equilibrio milimétrico entre generación renovable y consumo real es un desafío creciente. El evento subraya la necesidad de reforzar los sistemas de respaldo, especialmente en momentos de alta producción solar y eólica.
Respuesta de emergencia: aunque REE activó protocolos de reenganche escalonado, la falta de suministro en sectores críticos durante horas expone carencias en las infraestructuras de respaldo, tanto públicas como privadas.
Sistemas industriales y automatización: muchas instalaciones industriales quedaron inoperativas. El sector deberá revisar sus sistemas de alimentación ininterrumpida (SAI) y protocolos de continuidad de servicio.
Este apagón podría marcar un antes y un después en la estrategia energética nacional. Las políticas de transición ecológica se verán forzadas a incorporar escenarios de fallo extremo. También se reabrirá el debate sobre la necesidad de una generación de base más robusta y sobre el papel de tecnologías de almacenamiento a gran escala.
El Gobierno ya ha anunciado una auditoría completa del evento y ha prometido medidas legales y técnicas para evitar su repetición. Se prevé también una revisión de los sistemas de interconexión con Europa y de las capacidades de “black start” (arranque en negro) de las principales centrales.
El apagón del 28-A no solo puso a prueba la resiliencia del sistema eléctrico, sino también la capacidad de respuesta institucional y técnica. Para el ecosistema eléctrico —desde el fabricante hasta el instalador—, es un recordatorio de que la transición energética no solo debe ser sostenible, sino también segura, redundante y preparada para lo improbable.