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El 85% de los 25 millones de viviendas que forman el parque inmobiliario en España se construyó antes de que entrara en vigor del Documento Básico “DB HR Protección frente al ruido” —del 19 de octubre de 2007—, el primero que exigía unos resultados prestacionales, lo que garantiza unos niveles mínimos de calidad de la edificación frente al ruido. Además, un 35% de esas edificaciones tiene más de 50 años —según el Instituto Nacional de Estadística (INE)—.
En este contexto, con un parque de edificios antiguos en el que la inmensa mayoría se construyeron tras la dictadura y durante el 'boom' inmobiliario anterior a 2008, la contaminación acústica se presenta como un problema generalizado que afecta a las personas desde diversos puntos de vista. Por un lado, existe un efecto socioeconómico vinculado a la depreciación como consecuencia del ruido. De hecho, el precio de la vivienda se puede reducir a la mitad por culpa de este factor, según fuentes inmobiliarias.
Por otro lado, la contaminación acústica —o exposición continuada a niveles elevados de ruido— es la segunda causa ambiental que más afecta a las personas y a su salud, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De los 1,6 millones de años de vida saludable que se pierden anualmente en Europa a causa del ruido, 903.000 años son a causa de la alteración del sueño y 45.000 años por el deterioro cognitivo en los niños, según el indicador de Años de vida ajustados por discapacidad —DALY por sus siglas en inglés—, que se define como la suma de los años potenciales de vida perdidos por muerte prematura y los años equivalentes de vida “saludable” (física y/o mental) perdidos por encontrarse en estados de mala salud o discapacidad.
Ante esta situación, y coincidiendo con el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido que se ha celebrado este miércoles, la codirectora general de Green Building Council España (GBCe), Dolores Huerta, apunta a la necesidad de impulsar una cultura del mantenimiento y la conservación de los edificios: “Hay que incidir, no sólo en la rentabilidad económica de la rehabilitación, sino también en el confort, la mejora de la salud y la calidad de vida, con medidas como el aislamiento contra los ruidos”, resalta Huerta.
Si el ruido es la segunda causa que más afecta a la salud de las personas, la contaminación atmosférica es la primera, según la OMS. De hecho, nueve de cada 10 personas en el mundo respiran un aire insalubre, el 80% de las ciudades del mundo superan los límites de calidad del aire y el interior de nuestras casas puede estar hasta cinco veces más contaminado que el exterior, según los datos recogidos por el informe Salud, espacios, personas —elaborado por GBCe—.
En este contexto, los edificios ganan una gran importancia en la salud, sobre todo si tenemos en cuenta que las personas pasan entre un 80% y un 90% de su tiempo dentro de ellos, según la OMS. “La salud está condicionada en un 20% por el ambiente que nos rodea y en un 50% por nuestros hábitos de vida, aspectos ambos en los que los edificios pueden influir mucho”, afirma Julia Manzano, experta del Área Técnica de GBCe.
De este modo, los edificios afectan de manera determinante en las tres perspectivas claves e integrales de la salud, que son la social, la física y la mental, y en nuestras cuatro necesidades fisiológicas básicas, que son cómo respiramos, cómo nos nutrimos, cómo dormimos y cómo nos movemos. “Existen aspectos clave como la calidad del aire, del agua, el confort de la temperatura y la humedad, el acústico, el lumínico, el ergonómico, la movilidad, la accesibilidad y el electroclima”, explica Manzano.
Así, en referencia a la calidad del aire, es importante que los edificios puedan ventilarse bien —de manera natural o mecánica— y que no tengan materiales nocivos que liberen sustancias al ambiente. En cuanto a la calidad del agua, la clave está en el cuidado de las instalaciones internas de los edificios. En materia de iluminación, que afecta tanto al cuidado de la vista como como a los ciclos de actividad y de sueño, lo más importante es la entrada de la luz solar. En cuanto al movimiento, es fundamental que los edificios estén bien diseñados, organizados y señalizados para optimizar la accesibilidad cognitiva —o lo que es lo mismo, que nos facilite el movernos de un lugar a otro—, ya que lo contrario genera estrés y ansiedad.
Además, es clave la presencia de biodiversidad, que influye en aspectos como la calidad del aire, el bienestar mental, etc. “Muchos estudios demuestran que aquellos que viven en vecindarios más verdes tienen mejor salud cardiovascular, menos estrés, vasos sanguíneos más sanos y un menor riesgo de ataques cardiacos y accidentes cardiovasculares”, explica Manzano. En materia de salud mental y biodiversidad, Manzano resalta la importancia de la regla 3/30/300 para crear ciudades más saludables: “Es importante poder ver tres árboles desde tu casa, vivir en un barrio con un 30% de cobertura vegetal y estar a menos de 300 metros de un parque o zona verde de calidad”, especifica la experta del Área Técnica de GBCe.
Otro aspecto muy importante es la rehabilitación, ya que el confort térmico depende de aspectos como la orientación, el aislamiento y de estar protegidos del sol: “La subida de las temperaturas hace que este aspecto sea cada vez más importante, protegiéndonos del sol sin quedarnos a oscuras”, resalta Manzano.
En este sentido, GBCe acaba de presentar —junto al Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE), el Clúster Hábitat Eficiente (AEICE) y con el apoyo del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) y de la Junta de Castilla y León— la guía práctica “Rehabilita Saludable”, herramienta que orienta a los técnicos sobre las diferentes soluciones para rehabilitar, siempre enfocadas al impacto que tienen las actuaciones en la salud de los ocupantes. “Existe una necesidad y una inquietud social y de salud, para lo que es importante actuar primero en los edificios ya existentes, adaptándolos y mejorándolos para que se ajusten a las necesidades de los ciudadanos”, resalta Huerta.