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Nos encontramos en un mundo en el que dos tendencias indiscutibles se abren paso: la globalización y la digitalización. Estos factores provocan una evolución exponencial del comercio, que no debe quedarse atrás si quiere mantener y maximizar su negocio. La digitalización avanza cada vez más en las acciones cotidianas, y el comercio online ya se ha convertido en algo habitual en España, superando los 10 millones de euros en ventas al trimestre, según datos de Sipay.
Por otro lado, el mundo se globaliza, surgiendo numerosas leyes a nivel europeo sobre pagos, comercio electrónico, protección de datos, etc., que dan lugar a un panorama en el que ya no basta con tener un conocimiento y alcance nacional, sino que es necesario seguir de cerca los cambios que llegan desde el exterior, y las tiendas online han tomado buena nota de esta internacionalización: el 23% del comercio electrónico en Europa ya es transfronterizo, convirtiéndose los países vecinos en una gran oportunidad para aumentar y expandir la cuota de mercado de los negocios. La posibilidad de vender a través de una página web facilita en gran medida que cualquier persona a miles de kilómetros pueda comprar a un comercio de, por ejemplo, Zaragoza, con un simple clic, pero, ¿qué barreras quedan entonces por saltar para lograr una venta satisfactoria?
En primer lugar, la logística. El transporte de los bienes desde su lugar de fabricación hasta la viviendo del usuario puede resultar complejo, y las necesidades variarán en función del tipo de producto (si es o no perecedero, delicado, etc.), el tamaño y peso o el precio pagado por el mismo. Habrá que tener en cuenta estas características, además de los diferentes costes, para elegir el tipo de envío y la empresa de transporte a la que contratar o el importe que se cobrará al consumidor por dicho envío.
Además, es importante tener en cuenta un momento fundamental del proceso de compra: el pago. Es importante tener en cuenta que las preferencias de pago de los consumidores pueden variar entre los distintos países, y la posibilidad de pagar con su método habitual será fundamental para evitar los carritos abandonados. Por ejemplo, en España, Inglaterra o Francia las tarjetas son el método de pago más utilizado, mientras que los consumidores alemanes prefieren pagar a través del pago aplazado. Fuera de Europa, las diferencias se hacen incluso mayores: en Brasil, por ejemplo, el boleto bancario es un método de pago habitual entre los consumidores, mientras que en China no entenderán la compra sin WeChat Pay o Alipay.
Para sortear estas barreras, será muy útil contar con un proveedor de servicios de pago que permita el cobro mediante los diferentes métodos preferidos en los países a los que se quieren dirigir las ventas.