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La prevención de la corrosión mediante tratamientos anticorrosivos podría ahorrar entre el 25 y el 35% de las pérdidas ocasionadas por este fenómeno. Esto es lo que sostiene Joaquín Cidoncha, CEO de Nanoprotech Spain, responsable de la comercialización de productos de aislamiento eléctrico y anticorrosivos. Así, en España se estiman en unos 36 mil millones de euros, cifra alarmante que equivale aproximadamente al 3% del PIB, según estudios realizados por NACE International, autoridad global sobre corrosión.
“Si a estas cifras le sumamos el impacto medioambiental y la pérdida de vidas humanas por accidentes cuya causa principal es la corrosión, se hace imprescindible establecer métodos de protección y control que nos permitan evitar o al menos retrasar la incidencia de los procesos corrosivos”, analiza Cidoncha.
La corrosión es un proceso a través del cual un material metálico se deteriora como resultado de interactuar con el medio que lo rodea. Los ejemplos de metales que se corroen o se oxidan son más que abundantes: tornillos que se encuentran a la intemperie para la fijación de todo tipo de estructuras, bisagras de puertas, cerraduras, rejillas de ventilación, rayones en carrocerías de vehículos, herramientas, equipos en la industria alimentaria donde la limpieza con agua es diaria, etc.
“Muchas veces sólo somos conscientes de los efectos de la corrosión, cuando escuchamos o leemos en los medios que ha sido el causante de algún suceso catastrófico, como el derrumbe de un puente (como el de Génova del pasado verano), el hundimiento del petrolero Prestige, el accidente de un avión o la caída del balcón de un edificio. El primer paso hacia el éxito en la lucha contra la corrosión es reconocer que existe el problema, y en segundo lugar, conocer los tratamientos o productos anticorrosivos existentes en el mercado para poder seleccionar el más adecuado a cada caso”, concluye Joaquín Cidoncha.
En la práctica, existen tres grandes grupos de métodos que permiten luchar contra la corrosión: métodos que evitan que el material que nos interesa sea el que se ataque (protección catódica), métodos que intervienen sobre el entorno alterando su composición, y métodos que impiden que el material metálico y el medio agresivo entren en contacto (recubrimientos). Estos últimos son los métodos más efectivos y los más utilizados.
Los ahorros derivados de aplicar estos métodos son tanto directos: reducción de los gastos de reparación y mantenimiento, de pérdida de materiales, de sustitución por daños a los equipos; como indirectos: reducción de desperdicios sólidos que se acumulan en centros de reciclado, ahorro de energía y reducción de las emisiones de CO2 al tener que fabricar menos productos metálicos, conservación de los recursos naturales, menor riesgo para la salud y seguridad de las personas, etc.
Por tanto, aunque los metales se corroen por su propia naturaleza, los daños originados por la corrosión pueden retrasarse en el tiempo, reducirse
sustancialmente, e incluso a veces evitarse por completo. Para cumplir con estos objetivos se hace necesario definir métodos de protección y control que sean confiables y económicamente viables. En este sentido, sería deseable que los estados promovieran la investigación de nuevos desarrollos tecnológicos y la implantación de métodos para luchar contra la corrosión.